lunes, 30 de junio de 2014

¿ Y TÚ QUIÉN DICES QUE SOY YO?



¿Y TÚ, QUIEN DICES QUE SOY YO?

Una de las preguntas más serias y delicadas que el hombre puede hacerse, está relacionada con la identidad de Jesús, puesto que de la respuesta que determinemos, también nuestra identidad será revelada; en otras palabras, “la identidad de Jesús revela mi identidad”, “quién es él”, está ligado a “quién soy”. Jesús demanda una respuesta y en esa respuesta está centrada nuestra existencia. Sobre esta pregunta los seres se interrogan y cuestionan todo, muchos de ellos atraídos a copiar modelos o formas ajenas de pensar y vivir. Especialmente el presente, nos revela un mundo de ídolos y copias penosas del ser humano: nadie quiere ser él mismo y sólo muy pocos se atreven a responder la pregunta del maestro.
Jesús no es indiferente a la necesidad de responder este interrogante. En Mateo 16; 13, la escritura nos dice que él preguntó a los discípulos diciendo: “¿Quién dicen los hombres qué es el hijo del hombre?”; la respuesta que le dan los discípulos es variada y confusa: Juan el bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas. Realmente no era ninguno de ellos y aquí tenemos una pista clave sobre la identidad de Jesús: El que no se acerca, el que no lo vivencia, no puede saber realmente quién es él.
Los hombres hacen parte de ese conjunto de personas curiosas que “ven las cosas de lejos”, hay temor, indiferencia o prejuicio: ello ven al hijo de Dios hacer milagros y hablar como ningún otro hombre en la vida y sin embargo desconocen su identidad: “cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste?”  (Mateo 20; 10).
A pesar de que para los hombres existe la evidencia de alguien divino, de un ser que realiza milagros, no aciertan a definir quién es realmente Jesús; igual sucede con las personas en general, hasta muchos dicen creer, pero tienen una idea vaga de él. Jesús nos devuelve esa pregunta a cada uno de nosotros: ¿Y tú quién dices que soy yo?, Pedro en este caso, respondió desde su intimidad, puesto que él vivía con el maestro: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”.
Jesús personaliza siempre esa pregunta, como buen maestro, parte del colectivo “hombre”, pero termina en el “tú”: a Dios le interesa el ser particular, no el colectivo y nos pregunta por su identidad que es su esencia, qué es para cada uno?: ¿Un maestro de moral, un profeta, un loco, un demiurgo?, o el Cristo, el hijo del Dios viviente.
La pregunta sobre la identidad de Cristo demanda una respuesta vivencial, no ideológica; es decir, yo no puedo responder quien es Jesús si no he caminado con él, si no he vivido con él. Pedro, un pescador humilde se convirtió en uno de los principales apóstoles de la Iglesia, porque vivió y fue transformado por él.

El que camina con Jesús puede decir: Señor tú eres mi sanador, tú eres mi protección, tú eres mi refugio, tú eres mi paz, tú eres mi camino, el que camina con Jesús puede responder esa pregunta vital. Un día Jesús le preguntó a Teresa de Calcuta quién era él y entonces ella dedicó su vida a servirle entre los pobres y enfermos de la India, un día el señor le preguntó a Julio Ruibal, quién era él y su vida cambió hasta el punto de dar su vida como mártir; un día Dios nos preguntó, nos pregunta o nos preguntará, quién es él para cada uno de nosotros: la respuesta definirá de qué manera vivo la existencia.

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