¿Y
TÚ, QUIEN DICES QUE SOY YO?
Una de las preguntas más
serias y delicadas que el hombre puede hacerse, está relacionada con la
identidad de Jesús, puesto que de la respuesta que determinemos, también
nuestra identidad será revelada; en otras palabras, “la identidad de Jesús revela mi
identidad”, “quién es él”, está ligado a “quién soy”. Jesús demanda una
respuesta y en esa respuesta está centrada nuestra existencia. Sobre esta
pregunta los seres se interrogan y cuestionan todo, muchos de ellos atraídos a
copiar modelos o formas ajenas de pensar y vivir. Especialmente el presente,
nos revela un mundo de ídolos y copias penosas del ser humano: nadie quiere ser
él mismo y sólo muy pocos se atreven a responder la pregunta del maestro.
Jesús no es indiferente a la
necesidad de responder este interrogante. En Mateo 16; 13, la escritura nos
dice que él preguntó a los discípulos diciendo: “¿Quién dicen los hombres qué es
el hijo del hombre?”; la respuesta que le dan los discípulos es variada
y confusa: Juan el bautista, Elías, Jeremías o alguno de los profetas.
Realmente no era ninguno de ellos y aquí tenemos una pista clave sobre la
identidad de Jesús: El que no se acerca, el que no lo vivencia, no puede saber
realmente quién es él.
Los hombres hacen parte de
ese conjunto de personas curiosas que “ven las cosas de lejos”, hay temor,
indiferencia o prejuicio: ello ven al hijo de Dios hacer milagros y hablar como
ningún otro hombre en la vida y sin embargo desconocen su identidad:
“cuando Jesús entró en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién
es éste?” (Mateo 20; 10).
A pesar de que para los
hombres existe la evidencia de alguien divino, de un ser que realiza milagros,
no aciertan a definir quién es realmente Jesús; igual sucede con las personas
en general, hasta muchos dicen creer, pero tienen una idea vaga de él. Jesús
nos devuelve esa pregunta a cada uno de nosotros: ¿Y tú quién dices que soy
yo?, Pedro en este caso, respondió desde su intimidad, puesto que él vivía con
el maestro: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente”.
Jesús personaliza siempre
esa pregunta, como buen maestro, parte del colectivo “hombre”, pero termina en
el “tú”: a Dios le interesa el ser particular, no el colectivo y nos pregunta
por su identidad que es su esencia, qué es para cada uno?: ¿Un maestro de moral,
un profeta, un loco, un demiurgo?, o el Cristo, el hijo del Dios viviente.
La pregunta sobre la
identidad de Cristo demanda una respuesta vivencial, no ideológica; es decir,
yo no puedo responder quien es Jesús si no he caminado con él, si no he vivido
con él. Pedro, un pescador humilde se convirtió en uno de los principales
apóstoles de la Iglesia, porque vivió y fue transformado por él.
El que camina con Jesús
puede decir: Señor tú eres mi sanador, tú eres mi protección, tú eres mi
refugio, tú eres mi paz, tú eres mi camino, el que camina con Jesús puede responder
esa pregunta vital. Un día Jesús le preguntó a Teresa de Calcuta quién era él y
entonces ella dedicó su vida a servirle entre los pobres y enfermos de la India,
un día el señor le preguntó a Julio Ruibal, quién era él y su vida cambió hasta
el punto de dar su vida como mártir; un día Dios nos preguntó, nos pregunta o
nos preguntará, quién es él para cada uno de nosotros: la respuesta definirá de
qué manera vivo la existencia.
La identidad. tema profundo, quièn somos se define en El: Jesús
ResponderEliminar