lunes, 26 de mayo de 2014

LA SOBRIEDAD DEL ESPÍRITU SANTO

LA SOBRIEDAD DEL ESPÍRITU SANTO

Uno de los magistrales libros de Franz Kafka, llamado “EL PROCESO” nos habla de un hombre que es arrestado por una situación que ignora: en adelante este hombre vivirá una pesadilla para defenderse de un poder que nunca sabe qué es y al que no tiene un acceso definitivo, sino  a través de personas que mienten o lo ilusionan temporalmente. Este hombre luchará por hallar esa instancia de Justicia y equidad final, pero no la encontrará.
Muy a menudo tengo la percepción de vivir en medio de un sistema extraño e injusto: pocos años atrás me llegó una notificación de parte del gobierno departamental, en donde debía pagar un dinero por el cobro de unas obras de la ciudad, en las que yo no había acordado nada. Posteriormente me llegaban los cobros a mi casa y como no pagaba, empezaron a llegarme amenazas de cobro jurídico, de tal manera que me vi obligado a endeudarme con un banco para pagar un nuevo impuesto, que se había creado para unas obras que la ciudad necesitaba (Otro impuesto adicional a los existentes). Un tipo de sistema así sólo puede ayudar a que prolifere la corrupción.
En Tito 1; 7-8 el apóstol Pablo  escribe de la siguiente manera: “..Porque es necesario que el obispo sea  irreprensible, como administrador de Dios, no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo”. Pablo exhorta a Tito a ser sobrio, en medio de una sociedad a la que determina: mentirosa, malas bestias, glotones y ociosos. Cuán fácil es esta sociedad perder la cordura, cuán fácil es errar el camino, cuán fácil es airarse y perder el dominio. El hombre común lucha con demasiadas cargas que el sistema le ha impuesto: los servicios, el costo de la comida, la educación, la salud; los gobiernos seculares no saben cómo manejar los problemas de los ciudadanos porque han aplicado la estructura de empresa solitaria, competitiva y superflua, cargando a las familias con un sinnúmero de presiones. El ser humano no entiende este tipo de estructura porque fue diseñado por Dios para una estructura diferente: una estructura sabia, en donde el hombre pueda encontrarse directamente con el hacedor de la justicia y la ley.
El término sobriedad que Pablo le recomienda a Tito, tiene que ver con el control o moderación que tiene una persona para actuar, en medio de una situación especial, en medio de una cultura especial diríamos.¿Cómo mantenernos firmes en medio de un sistema  que aplaude lo fácil, que desconoce las razones, que decreta lo injusto, que desecha lo "viejo", que nos hace competir con nuestro prójimo permanentemente? En la velocidad de la modernidad esta cultura quiere hacernos correr como gallinas locas, porque es la única manera en que no tendremos tiempo para Dios, ni tiempo para nuestras familias.
Las explosiones de ira, de insatisfacción, de repudio de descontrol, se han vuelto cosa común, esto nos ha llevado a ser una sociedad enferma. Cuando Pablo le recomienda a Tito La sobriedad en su actuar, le está recomendando la llenura del espíritu Santo y concretamente tres frutos claves para no  perder la dirección ni la cordura: la paciencia, el dominio propio y la templanza.

La paciencia es un fruto del espíritu que  nos enseña a esperar confiados en los procesos,   (algo que los jóvenes ya no entienden). Debemos entender que somos parte de un proceso que Dios adelanta en nosotros. La cotidianidad necesita de la demostración de la paciencia.

El dominio propio nos asegura el comportamiento adecuado ante una situación difícil, en otras palabras el sometimiento del cuerpo y el alma al accionar del Espíritu Santo. Se requiere la comprensión sobrenatural de las cosas, que es operación del Espíritu de Dios, para obrar en determinada situación. (Posee un componente de conocimiento; es decir, necesitamos el don de ciencia para posicionarnos como sujetos de propósito, en medio de un mundo absurdo)

La templanza es la capacidad para ser firmes en lo que queremos y mantenernos a distancia de lo que no nos conviene. La templanza sería como la plomada de Dios, la capacidad que el Espíritu Santo nos entrega para no dejarnos desviar del propósito de Divino.(Posee un componente de acción)
La sobriedad del Espíritu Santo nos anima y nos direcciona en medio de un mundo en crisis, en donde  de no ser por la bendición de su presencia, muchos hubiéramos desfallecido.