EL ATALAYA
LA
NECESIDAD DE ATALAYAS DE DIOS
Uno de los oficios más
delicados en la antigüedad consistía en la función dada al hombre que debía
vigilar en los muros altos de las edificaciones, la llegada de los enemigos; a
tal persona se le daba el nombre de atalaya. El origen de la palabra es árabe y
está relacionado con aquellas personas que se introducían en territorio enemigo
para observar los movimientos del enemigo; posteriormente el significado
también se asoció al hombre que podía mirar desde las alturas, en este caso una
torre, para prevenir los ataques enemigos. De esta forma, podemos considerar la
importancia que tenía este oficio en la antigüedad, dadas las condiciones de
seguridad necesarias para los reinos antiguos. Podemos decir que hoy con el
avance tecnológico ese especial papel del atalaya, lo ocupan los modernos
centinelas apoyados por equipos de radares sofisticados destinados tanto a la
prevención de ataques como a las actividades de espionaje.
Aunque el oficio de atalaya
haya perdido las condiciones iniciales características, la esencia de tal
oficio se conserva y el significado espiritual que le fue dado en los tiempos
de Isaías, Jeremías y Ezequiel está más vigente que nunca. Los tiempos
presentes han cambiado en tanto que ya
no se espera al enemigo desde una alta fortificación: en el sentido
espiritual que el término fue usado por los profetas anteriores significa el estado de vigilancia que se debía tener
ante los peligros espirituales, sociales y materiales que destruían a Israel,
tal sentido también está presente hoy, cuando los ataques provienen de los
sitios más inesperados y cuando la cultura entera conspira contra el modelo
divino. En Jeremías 6;17 Dios declara que ha puesto atalayas sobre Israel que escuchen el sonido de trompetas,
pero que estos no han cumplido su función, por tanto Dios permitirá la invasión
de un pueblo extraño.
Este sentido profundamente
espiritual de estar atentos ante los peligros posibles para la iglesia y la
familia, se mantiene el día de hoy y la función de atalaya, recae no solo en
los ministerios que Dios ha dado a la iglesia, también en los padres como
vigías del hogar. El peligro hoy puede estar en la pantalla del televisor, en
la amistad de un amigo del hijo, en los mensajes directos u ocultos de la
música moderna, en la influencia de las costumbres de los ídolos de moda o en
la presencia maligna de mensajes e imágenes en la internet. Podemos decir que
la función de atalaya se ha vuelto más importante en tanto que el enemigo ha
cambiado sus tácticas, ha modernizado sus ataques, ha sutilizado sus
estrategias: casi nadie advertiría que tras el ingenuo anhelo de asistir a una
escuela de modelaje, se esconde un peligroso mundo de desviaciones sexuales, de
corrupción moral y de explotación de la figura humana que Dios nos dio. En
Ezequiel 3; 16 podemos observar que Dios le da esta función al profeta con la
finalidad de amonestar al impío, al que está equivocado o ha errado el camino y
es tan seria esta función que Dios demanda la vida del impío de manos del
profeta.
El lugar alto en el que
permanecía el atalaya adquiere un importante significado: no se pueden vigilar
los movimientos del enemigo sin poder observarlo desde lo alto, aquí el lugar
alto significa también, los dominios del padre, ya que el padre vive en las
alturas y esto nos habla de intimidad con Dios: no puede una persona ser un
buen atalaya si no tiene comunión con Dios, si el espíritu santo no lo guía. Hoy
se requiere no solo tener conocimiento de los posibles peligros que pueden
atacar a las personas, también una especial sensibilidad a lo que no parece
peligroso ante nuestros ojos, aquí podemos unir dos imágenes interesantes el altar y el atalaya, en estas imágenes podemos hallar la función
del que vigila y el que es orientado por el espíritu santo. Como ejemplo de la
necesidad de intimidad con Dios que necesita el atalaya, mencionaré el triste
caso de la sobrina de un pastor de una iglesia grande de la ciudad de Cali, a
quien conocí personalmente. Dicha
adolescente hizo amistad con unos muchachos que asistían al grupo de
jóvenes de la iglesia, en este grupo una de las consignas era atraer a los
jóvenes mediante el rock cristiano, de tal manera que estos muchachos llegaron
a la iglesia, pero nadie se percató de sus orientaciones ni de la peligrosidad
que revestían; la situación final fue que la sobrina del pastor fue raptada por
estas personas que pertenecían a una secta satánica, abusada sexualmente y
posteriormente abandonada en un paraje solitario de Cali; la pregunta aquí es obligada ¿Dónde estaban los
atalayas de la iglesia?, ¿Cómo se pudieron camuflar estas personas en las
instancias eclesiásticas, sin ser detectadas por las autoridades de la iglesia?
Si esto sucede en las iglesias ¿qué podemos esperar de los hogares?
La palabra nos habla
duramente en Isaías 56;10: “..Sus atalayas son ciegos, todos ellos
ignorantes, todos ellos perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados,
aman el dormir…y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos
no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su
propio provecho, cada uno por su lado…”, que especial coincidencia con
los tiempos que vivimos, en donde a muchas iglesias les interesa más las
estrategias de crecimiento, que las mismas almas.
En esta palabra de Isaías
hay unas características que debemos considerar a la luz de la palabra: primero
se nos habla de ciegos, alguien que
no ve ¿Cómo puede ser un buen atalaya?, “sin visión perece mi pueblo” nos ha
dicho la escritura, la visión nos habla de claridad, de objetivos. La segunda
característica para estos malos atalayas es ignorantes; la ignorancia puede encerrar no solo la condición de
carecer de conocimiento, también la de no buscar el conocimiento, que es la
peor condición de la ignorancia, a esta se refiere cuando Jesús hablaba “ de no andar en la
verdad” . Cuando un padre de familia no se entera quienes son los amigos de sus
hijos, procede de esta forma; cuando un pastor no investiga quienes son las
personas que llegan a su congregación, ni establece criterios de cuidado,
también procede de esta manera. Jesús declara:”Y buscaréis la verdad y la
verdad os hará libres”, podemos añadir, la verdad no salvará, la verdad nos
protegerá, la verdad nos ayudará.
La tercera imagen que Isaías
nos plantea es la “perros mudos”, es
decir, alguien que no cumple con la función de atalaya, se queda mudo ante el
peligro, no dice nada ante el error. El perro que no ladra es aquel que convive
con el pecado, haciendo amistad con lo malo o ignorando la peligrosidad que el
pecado puede revestir. La última imagen es la de dormilones, aquí encontramos la figura no solo del que no cumple su
función de atalaya, por extensión el que se deleita con la carne, antes de
cumplir con el llamado del espíritu; se refiere a aquellas personas llamadas a
cuidar una congregación o una familia, pero prefieren dedicarse a sí mismas en
la figura del deleite, llámese distracción, drogas, alcoholismo; incluso
ocupaciones que pudieran parecer loables como el trabajo, sin embargo cuántas
personas han perdido a sus hijos por dedicarse al trabajo. Amar el dormir como
una imagen de un mal atalaya, debe llevarnos a preguntar por las prioridades,
por el orden del padre, por la finalidad de la existencia, por la urgencia del
reino de Dios.
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